No en balde es considerado como uno de los articulistas más sagaces de la actualidad. El verbo de Daniel Pichel, convencido ateo, es un arma que critica la falta de valores éticos, llama a la reflexión y pone en su sitio a los políticos que no hacen bien su trabajo.
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Allí estaba casi puntual, con su rostro perspicaz, seguro de sí mismo, con una apariencia sencilla que deja ver los años oteando a la gente y dibujando el país con agudeza. Más que una cita periodística, fue el encuentro con un hombre acostumbrado a diluir sus palabras con sabiduría y autoridad. Paso siguiente: el café matutino, camaradería y un diálogo franco y sincero con Revista Pauta.
Una de las cosas que más sobresale en Daniel Pichel es la vehemencia de sus palabras, producto tal vez de su origen español, una suerte de sello personal aprendido de sus ancestros republicanos, los mismos que se batieron contra las huestes del franquismo en las primeras décadas del siglo XX. Su padre llegó a Panamá en 1941 como parte de la retirada de supervivencia que muchos españoles ejecutaron tras la sangrienta Guerra Civil. Cuando Pichel padre arribó al país se encontró con un mar de oportunidades, jamás soñado en aquella turbulenta época en la que el general gallego tomó el poder en Madrid luego de una campaña que se inició en Ceuta y Melilla.
Las palabras de Pichel suelen ser aguerridas, sin medios tonos, lo que pareciera ser una herejía en una sociedad acostumbrada al oportunismo y al juegavivo. Desde su óptica de reconocido cardiólogo, ha resultado ser un gran opinador de la realidad panameña y de todo lo que la afecta directamente. Si se quiere, un doble riesgo, porque por un lado, se debe a sus pacientes y, por el otro, se debe a un país donde esos mismos pacientes hacen vida permanente.
Su profesión lo convierte en una especie de científico social, que se sale de las cuatro paredes de su consultorio y decide pisar la realidad con fuerza y determinación, acostumbrado a revestir de racionalismo todo argumento e influenciado por su convencido ateísmo.
“Me resulta ilógico pensar que exista otra vida después de la muerte, sin embargo, reconozco que tener un asidero espiritual en momentos de crisis, debe ser una maravillosa salida para enfrentar los problemas”, sostiene el entrevistado, quien se ha convertido en uno de los columnistas más leídos en La Prensa. En sus artículos, exhibe una pluma usualmente punzante sobre la situación del país.
La ansiada y escasa ética
Convencido de los principios éticos como valores fundamentales del ser humano, se considera un humanista, porque sostiene que el hombre no puede estar supeditado a los códigos de ninguna religión. Es muy probable que su posición de no creyente tenga que ver con su formación científica. “No acepto la existencia de un ser superior infinitamente bueno, creador del universo, que vigila a todos los seres humanos”.
Aunque reconoce las religiones como una salida práctica ante la necesidad del ser humano, de buscar explicaciones a todo aquello que no entiende, considera que eso no es equivalente a un pensamiento religioso, porque, a su juicio, la espiritualidad puede basarse en ideas humanistas o racionalistas, sin depender de ninguna deidad.
En sus opiniones, ha desgranado con singular crudeza parte de la realidad panameña. Una de ellas, por ejemplo, es la propuesta de la disolución de la Asamblea de Diputados el mismo día en que el nuevo presidente tome posesión en 2014 para luego hacer un llamado a una Asamblea Constituyente. Es de la idea de que hay que reescribir una nueva hoja de ruta en el país, para “destetar” a todos los beneficiarios de un sistema cuyo único objetivo es permitir llegar al poder para acceder a los beneficios que éste ofrece.
Una de sus grandes advertencias es que el sistema en Panamá se está agotando y que, por tanto, se imponen nuevas reglas de juego en la manera de hacer política. Sostiene que hay que mirarse en el espejo de Venezuela, que permitió la llegada de un fallido mesías como consecuencia del desgaste de un sistema que se olvidó de la eficiencia. “Aquí en Panamá sobran ejemplos del desastre en los que nos ha sumido la supuesta democracia que nos tratan de vender los politiqueros”.
Pichel sorbe el café con calma, aunque su ímpetu delata cierta angustia por querer decirlo todo a la vez. A su juicio, Panamá padece una forma endémica de conducta disfuncional, porque sigue votando por los mismos políticos, a pesar de que siempre demuestran su falta de compromiso con las necesidades fundamentales. “Se protegen descaradamente entre ellos, hacen alarde de una inmerecida impunidad legislativa y se burlan de cualquier principio que pueda ser interpretado como éticamente correcto”.
Más que tránsfugas, nómadas
Considera que los tránsfugas políticos deben ser llamados mejor “nómadas” y que resultan vergonzosos los que han transitado hasta cinco partidos políticos por mera conveniencia, echando por tierra los valores éticos fundamentales. Para él, el transfuguismo es una enfermedad que debe ser erradicada con una campaña publicitaria donde se pueda ver a esos tránsfugas con nombre y apellido. “Hay que ponerlos en evidencia, porque es necesario decirle a la gente la clase de políticos que aspiran a cargos”.
Hace poco, en unos de sus artículos, se refería a la “muertocracia” latinoamericana, es decir, a la obsesión por los muertos. De Argentina toma el ejemplo de Perón y Evita; de Venezuela, el de Chávez recientemente, y de Panamá, el de Torrijos y Arnulfo. “Acá tuvimos una presidenta que llegó a ese cargo por ser la viuda de un caudillo, y otro presidente, por ser hijo de otro caudillo. Ambos llegaron sin ningún mérito”, dijo implacable.
Con la misma fiereza de sus artículos, sostiene que los partidos políticos están agotándose y que la muestra está en que ninguno de los tres grandes colectivos en Panamá llegó al 45% de participación en sus respectivas primarias presidenciales. Considera que no hay ni liderazgo ni arraigo entre los políticos porque la gente ha dejado de creer en ellos.
Y no duda en señalar como vergonzoso que en un país con el potencial de Panamá, con un sistema económico y comercial eficiente, con centros de excelencia científica y con una posición geográfica envidiable, se vea afectado por las “maleanterías” de quienes han visto en esas ventajas una oportunidad para enriquecerse y no para hacer progresar el país en beneficio de todos sus habitantes.
El tema ético es recurrente en sus palabras, porque considera que en Panamá hay cosas que nadie puede cuestionar como incorrectas porque el sistema lo permite. Entre la cantidad de casos de corrupción que, a su juicio, se ven día a día, no entiende cómo la Cámara de Comercio y Apede, por ejemplo, se mantengan impasibles y se conformen con escuetos comunicados cuando, en realidad, hay que fijar una posición contundente.
Para Pichel la clave para acortar la brecha entre las sociedades avanzadas y las más atrasadas, es la educación. “Estamos viviendo una época en la que los tiempos de la historia se agotan”, dice, convencido de que el avance de las sociedades es un tema más determinista que geográfico, y que puede pasar mucho tiempo para que las sociedades atrasadas entiendan el valor de la educación como elemento de desarrollo.
A su juicio, la madurez de los países es lo que los hace abandonar la idea de los mesías o iluminados como gobernantes. Comenta que, cuando Europa era joven, pasó por esos trances, y hoy América Latina lo vive en carne propia.
Cree fervientemente en que el neoliberalismo debe venir acompañado de justicia social, dos conceptos que –en su opinión- pueden ir alineados perfectamente para dirigir un país hacia el ansiado desarrollo. Para él, los países normalmente crecen en 13-15 millones de dólares en su PIB, pero los más desarrollados llegan hasta 20 millones, producto de la inversión en educación y desarrollo social. Es de la idea de que muchos países suben al borde de la cima pero no terminan de dar el salto necesario para llegar arriba, por no invertir en educación. “El peligro es que Panamá se estanque tal y como le ocurrió a Venezuela y Argentina”.
Menciona el Estado de Bienestar en Europa como uno de los grandes conceptos, pero que lamentablemente fue destruido por la avaricia de la gente. Se refirió a España como el ejemplo más patético, “porque el sistema inventó una forma de producir dinero sin trabajar, y generó una trampa numérica donde jugaron con intereses, ventas y adquisiciones que lo hicieron colapsar”.
España ha sido el eje de sus pasiones, tal vez por sus orígenes, tal vez por el magnetismo que tiene como sociedad, pero reconoce que en ese país no han aprendido a dar el “salto atrás”, es decir, reconocer que para salir de la crisis hay que sacrificar estatus como emigrante si quieren salir del paro laboral en que se hayan metidos.
“España dio un gran ejemplo cuando decidió salir del oscurantismo que vivió en la época del franquismo, y puede darlo ahora si entienden que los tiempos son distintos”, dice, sin dejar de rememorar los días en que su progenitor republicano tuvo que emigrar a Panamá para escapar de la bota falangista.
Del Papa y Obama a Mimito, Navarro y Milton
No ahorra adjetivos para decir que el Papa Francisco apunta a ser un nuevo líder, pero su reto está en abrir la iglesia hacia temas más terrenales como la educación, la planificación familiar y los anticonceptivos. “La novedad de que sea un latinoamericano, nos pone ante la posibilidad cierta de una gran renovación en la iglesia”.
Sobre Obama sostiene que es un político con principios, que está trabajando para dejar un legado, y cuyo reto fundamental es la reforma sanitaria.
De José Domingo Arias, a quien conoce desde el colegio, dice que es un hombre que ha progresado profesionalmente, muy preparado en comercio exterior, sobre todo, en el comercio con China, instruido y competente, pero que tiene que comenzar a ser él mismo, no el alter ego de Martinelli. De Navarro señala que “es más falso que un billete de tres dólares, porque tiene un guión escrito en todo lo que dice y hace, sin ninguna credibilidad”, y a Milton Henríquez lo reconoce como el político mejor estructurado de Panamá, con unas firmes bases ideológicas, y “quien pudiera lanzarse en diciembre para correr en una campaña de tres meses. Quién sabe”.
Last modified: 20/12/2018